¿De qué izquierda hablan?
Parecía que ya había llegado el fin de aquellos tiempos en que las izquierdas mundiales rezaban el padre nuestro ordenado por el Poli Buró Stalinista, y asumían su existencia cual parias aldeanas de las metrópolis de la llamada “revolución”; pero resulta que ahora pretenden aparecer novísimas catedrales del clero revolucionario, una de ellas, el denominado Socialismo del Siglo XXI, que tiene como soporte a algunos gobiernos de América Latina y a una red de onGs, e intelectuales asalariados, que intentan convencer que Ecuador vive un proceso revolucionario de transformación y construcción del socialismo. A ellos basta dedicarles la caricatura política de RIUS: “socialismo para principiantes” y una foto de mi país retratada en las pupilas de millones de empobrecidos y violentados compatriotas.
Para el caso de Ecuador, lo que hacen estos ciudadanos, catedráticos del socialismo del siglo 21, es vergonzoso y peligroso. Constituye una grotesca alteración de la realidad. Pretende pasarnos gato por liebre, y presentar a Rafael Correa, como la expresión de ese proceso de cambio y revolución. Para muestra solo compartiré algunos botones.
La política del Gobierno de Rafael Correa, es la continuación del neoliberalismo, expresada en la profundización del modelo extractivista en el manejo de los recursos naturales, entregando territorios a las corporaciones transnacionales, atentando a los derechos humanos, criminalizando y persiguiendo a los sectores sociales, dirigentes y ciudadan@s que luchamos contra el proyecto depredador. Una política minera que pone en riesgo la soberanía alimentaria, al entregar el agua a la actividad minera, generando desabastecimiento para el consumo humano y la agricultura, provocando graves daños ambientales y violentando los criterios del buen vivir, de los derechos de la naturaleza, del agua y de un ambiente sano. ¿Eso será nacionalismo, socialismo?
La política agraria de este gobierno está provocando la destrucción de la economía campesina, y se concentra en beneficiar solamente a la agroindustria y a la industria de agrotóxicos, en desmedro del pequeño finquero y productor campesino, de los trabajadores de las grandes plantaciones, de los pequeños y medianos productores de ciclo corto. Como consecuencia de esta política agraria, la pobreza se extiende, los pequeños finqueros se ven obligados a vender sus tierras a la agroindustria y a migrar. La iniquidad es cada vez mayor y se expresa en un alarmante crecimiento de la violencia y la inseguridad social. ¿Esto es nacionalismo, socialismo?
El gobierno de Correa se ha convertido en un régimen corrupto, manipulador y entreguista, y da cuenta de ello su política hidrocarburífera antinacional, que radicaliza la privatización del petróleo, las telecomunicaciones y la energía, en una dinámica que replica los peores tiempos del neoliberalismo. Los ejemplos de corrupción en materia petrolera evidencian que en este régimen el festín del petróleo ha alcanzado un mayor nivel de cinismo, mentira y saqueo de las últimas décadas. Eso no es nacionalismo, peor socialismo
En materia de energía hidroeléctrica y telecomunicaciones, la adjudicación y operación de los proyectos: Coca Codo Sinclair, Baba, San Francisco, Toachi-Pilatón; así como la renegociación de los contratos con Porta y Movistar, están contaminados de corrupción y sometimiento a las transnacionales, generando perjuicios millonarios al Estado y la amenaza de una inminente quiebra de las empresas públicas: Andinatel-Pacifictel (CNT), Etapa y Alegro. Eso no es nacionalismo, no es socialismo.
El gobierno de Rafael Correa, en un acto que lo muestra en su real dimensión, ha decidido privatizar el Río Napo, e involucrar al país, sin ninguna transparencia, debate y conocimiento público, en el proyecto de privatización territorial más agresivo, conocido como “Eje multimodal Manta-Manaos”, y que es parte de los proyectos IIRSA (Integración de la Infraestructura de Sud América), desarrollado por el BID, BNDES, con el soporte de Brasil-China. Este proyecto entrega concesiones territoriales a las transnacionales mineras, territorios para la producción de bio-combustibles, la introducción de productos transgénicos que ponen en riesgo la soberanía alimentaria, la salud pública y la integridad de los ecosistemas, la creación de maquilas, la industrialización de los bosques primarios, y la privatización de la biodiversidad. ¿Dónde está el socialismo?
La conversión del Río Napo en una autopista líquida, tiene como consecuencias la inminente desaparición del pueblo Waorani, de los Tagaeri y Taromenane, configurando el delito de etnocidio y genocidio étnico. El Eje multimodal Manta-Manaos pone en riesgo la biodiversidad de la cuenca del Amazonas y constituye el mayor crimen ambiental en la historia reciente. ¿Poner en riesgo la existencia de pueblos es socialismo?
Este gobierno ha utilizado folklórica y oportunistamente la histórica lucha de los pueblos indígenas, para legitimar un proyecto lesivo y atentatorio a los derechos de las nacionalidades y pueblos. En una práctica que reedita aquellas de Lucio Gutiérrez, utiliza el Estado para intervenir, cooptar, romper y dividir las organizaciones indígenas, demostrando su carácter racista y discriminador. ¿Esto será socialismo?
El gobierno de Rafael Correa está destruyendo la capacidad organizativa de los trabajadores, vulnerando derechos históricos conquistados en casi un siglo de luchas; como la protección del Código del Trabajo para todos los trabajadores públicos y privados, y el derecho a la organización laboral. Correa violenta convenios internacionales, disposiciones constitucionales y leyes laborales, a través de Decretos Ejecutivos, Reglamentos y Acuerdos Ministeriales. La agresión a los trabajadores públicos recuerda y supera los peores tiempos de Febres Cordero y del PSC, y está hecha para generar un sentimiento de pánico y miedo social que impida y pretenda socavar la resistencia y la movilización en contra de la corrupción y el neoliberalismo. Lo ocurrido en Dayuma y Molleturo es una clara muestra de la criminalización de la movilización social. Esto podría parecer nacional socialismo.
El régimen de Correa se caracteriza por la utilización del discurso del Socialismo del Siglo XXI, de modo cínico para encubrir un neoliberalismo del siglo XXI, que no es más que un capitalismo de rapiña del siglo XIX, abriendo paso al surgimiento de nuevos grupos de poder económico y político. El régimen se escuda mediáticamente con el slogan de la “Revolución Ciudadana” para validar el proyecto de las transnacionales y de grupos de poder mafiosos.
A este punto nos ha llevado el neoliberalismo de Rafael Correa, y desde aquí debemos movernos a la izquierda o sucumbir como cómplices y encubridores de una nueva traición. El socialismo es la ternura de los pueblos no un cliché para enriquecer a nuevas mafias. Nuestras voces volverán a entonar “hasta la victoria siempre” en el tono dulcísimo de la melodía revolucionaria. La dignidad será el hilo para zurcir la nueva bandera de la unidad, el hilo vendrá de los telares de la lucha, el color será el de nuestros sueños: diversos, inconfundibles: todo para todos, nada para nosotros.
En mi país, hay un proceso de rebelión del pensamiento, no nos sometemos ni al capital transnacional, ni tampoco a las noveleras catedrales del socialismo del siglo 21, aquí cuando ponemos la direccional a la izquierda, vamos a la izquierda.
Parecía que ya había llegado el fin de aquellos tiempos en que las izquierdas mundiales rezaban el padre nuestro ordenado por el Poli Buró Stalinista, y asumían su existencia cual parias aldeanas de las metrópolis de la llamada “revolución”; pero resulta que ahora pretenden aparecer novísimas catedrales del clero revolucionario, una de ellas, el denominado Socialismo del Siglo XXI, que tiene como soporte a algunos gobiernos de América Latina y a una red de onGs, e intelectuales asalariados, que intentan convencer que Ecuador vive un proceso revolucionario de transformación y construcción del socialismo. A ellos basta dedicarles la caricatura política de RIUS: “socialismo para principiantes” y una foto de mi país retratada en las pupilas de millones de empobrecidos y violentados compatriotas.
Para el caso de Ecuador, lo que hacen estos ciudadanos, catedráticos del socialismo del siglo 21, es vergonzoso y peligroso. Constituye una grotesca alteración de la realidad. Pretende pasarnos gato por liebre, y presentar a Rafael Correa, como la expresión de ese proceso de cambio y revolución. Para muestra solo compartiré algunos botones.
La política del Gobierno de Rafael Correa, es la continuación del neoliberalismo, expresada en la profundización del modelo extractivista en el manejo de los recursos naturales, entregando territorios a las corporaciones transnacionales, atentando a los derechos humanos, criminalizando y persiguiendo a los sectores sociales, dirigentes y ciudadan@s que luchamos contra el proyecto depredador. Una política minera que pone en riesgo la soberanía alimentaria, al entregar el agua a la actividad minera, generando desabastecimiento para el consumo humano y la agricultura, provocando graves daños ambientales y violentando los criterios del buen vivir, de los derechos de la naturaleza, del agua y de un ambiente sano. ¿Eso será nacionalismo, socialismo?
La política agraria de este gobierno está provocando la destrucción de la economía campesina, y se concentra en beneficiar solamente a la agroindustria y a la industria de agrotóxicos, en desmedro del pequeño finquero y productor campesino, de los trabajadores de las grandes plantaciones, de los pequeños y medianos productores de ciclo corto. Como consecuencia de esta política agraria, la pobreza se extiende, los pequeños finqueros se ven obligados a vender sus tierras a la agroindustria y a migrar. La iniquidad es cada vez mayor y se expresa en un alarmante crecimiento de la violencia y la inseguridad social. ¿Esto es nacionalismo, socialismo?
El gobierno de Correa se ha convertido en un régimen corrupto, manipulador y entreguista, y da cuenta de ello su política hidrocarburífera antinacional, que radicaliza la privatización del petróleo, las telecomunicaciones y la energía, en una dinámica que replica los peores tiempos del neoliberalismo. Los ejemplos de corrupción en materia petrolera evidencian que en este régimen el festín del petróleo ha alcanzado un mayor nivel de cinismo, mentira y saqueo de las últimas décadas. Eso no es nacionalismo, peor socialismo
En materia de energía hidroeléctrica y telecomunicaciones, la adjudicación y operación de los proyectos: Coca Codo Sinclair, Baba, San Francisco, Toachi-Pilatón; así como la renegociación de los contratos con Porta y Movistar, están contaminados de corrupción y sometimiento a las transnacionales, generando perjuicios millonarios al Estado y la amenaza de una inminente quiebra de las empresas públicas: Andinatel-Pacifictel (CNT), Etapa y Alegro. Eso no es nacionalismo, no es socialismo.
El gobierno de Rafael Correa, en un acto que lo muestra en su real dimensión, ha decidido privatizar el Río Napo, e involucrar al país, sin ninguna transparencia, debate y conocimiento público, en el proyecto de privatización territorial más agresivo, conocido como “Eje multimodal Manta-Manaos”, y que es parte de los proyectos IIRSA (Integración de la Infraestructura de Sud América), desarrollado por el BID, BNDES, con el soporte de Brasil-China. Este proyecto entrega concesiones territoriales a las transnacionales mineras, territorios para la producción de bio-combustibles, la introducción de productos transgénicos que ponen en riesgo la soberanía alimentaria, la salud pública y la integridad de los ecosistemas, la creación de maquilas, la industrialización de los bosques primarios, y la privatización de la biodiversidad. ¿Dónde está el socialismo?
La conversión del Río Napo en una autopista líquida, tiene como consecuencias la inminente desaparición del pueblo Waorani, de los Tagaeri y Taromenane, configurando el delito de etnocidio y genocidio étnico. El Eje multimodal Manta-Manaos pone en riesgo la biodiversidad de la cuenca del Amazonas y constituye el mayor crimen ambiental en la historia reciente. ¿Poner en riesgo la existencia de pueblos es socialismo?
Este gobierno ha utilizado folklórica y oportunistamente la histórica lucha de los pueblos indígenas, para legitimar un proyecto lesivo y atentatorio a los derechos de las nacionalidades y pueblos. En una práctica que reedita aquellas de Lucio Gutiérrez, utiliza el Estado para intervenir, cooptar, romper y dividir las organizaciones indígenas, demostrando su carácter racista y discriminador. ¿Esto será socialismo?
El gobierno de Rafael Correa está destruyendo la capacidad organizativa de los trabajadores, vulnerando derechos históricos conquistados en casi un siglo de luchas; como la protección del Código del Trabajo para todos los trabajadores públicos y privados, y el derecho a la organización laboral. Correa violenta convenios internacionales, disposiciones constitucionales y leyes laborales, a través de Decretos Ejecutivos, Reglamentos y Acuerdos Ministeriales. La agresión a los trabajadores públicos recuerda y supera los peores tiempos de Febres Cordero y del PSC, y está hecha para generar un sentimiento de pánico y miedo social que impida y pretenda socavar la resistencia y la movilización en contra de la corrupción y el neoliberalismo. Lo ocurrido en Dayuma y Molleturo es una clara muestra de la criminalización de la movilización social. Esto podría parecer nacional socialismo.
El régimen de Correa se caracteriza por la utilización del discurso del Socialismo del Siglo XXI, de modo cínico para encubrir un neoliberalismo del siglo XXI, que no es más que un capitalismo de rapiña del siglo XIX, abriendo paso al surgimiento de nuevos grupos de poder económico y político. El régimen se escuda mediáticamente con el slogan de la “Revolución Ciudadana” para validar el proyecto de las transnacionales y de grupos de poder mafiosos.
A este punto nos ha llevado el neoliberalismo de Rafael Correa, y desde aquí debemos movernos a la izquierda o sucumbir como cómplices y encubridores de una nueva traición. El socialismo es la ternura de los pueblos no un cliché para enriquecer a nuevas mafias. Nuestras voces volverán a entonar “hasta la victoria siempre” en el tono dulcísimo de la melodía revolucionaria. La dignidad será el hilo para zurcir la nueva bandera de la unidad, el hilo vendrá de los telares de la lucha, el color será el de nuestros sueños: diversos, inconfundibles: todo para todos, nada para nosotros.
En mi país, hay un proceso de rebelión del pensamiento, no nos sometemos ni al capital transnacional, ni tampoco a las noveleras catedrales del socialismo del siglo 21, aquí cuando ponemos la direccional a la izquierda, vamos a la izquierda.
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